Friday, March 16, 2007

El caso Adinolfi (VII)

INFORME JUSTO (II)

En el que se detalla el encuentro con Marangoni, la aparición de un vendedor de películas chino y la afición de Eber por el Teacher's. Eso, entre otras cosas. La sobrina de la prima de Semiólogo, la de Guernica, ya está mejor.

La noche estaba tranquila en Rond Point. Algunos ejecutivos de medio pelo, dos o tres gaturras, un par de profesores de Derecho Administrativo invertidos, un sonriente vendedor de películas de origen oriental, dos turistas rusos y un vendedor de miliki. La fauna corriente de un martes. A las diez de la noche Eber tomaba su tercer Teacher’s. Yo paladeba el segundo Legui. A las once entró el narcotraficante de Punto Xusqueiro parecido a Marangoni. Vestía un traje de lo más estrambótico: blazer lila, camisa amarilla y pantalones verde tortuga con la cara de Lady Di estampada sobre el muslo derecho. Un cigarrillo anexado a una boquilla de plástico rojo colgaba de su mano izquierda. Enfiló derecho para nuestra mesa.
– ¿Pilcha de Modart? –preguntó Eber a bocajarro.
– ¿Dónde está Detective Kàral? –preguntó Marangoni.
– ¿Dónde está César Adinolfi? –pregunté.
– ¿Dónde está el mozo? –preguntó Eber.
– ¿Dónde están mis Media Hora? –pregunté
– Conteste a la primera pregunta sucedáneo de Guillermo Nimo: ¿Es o no de Modart? –insistió Eber.
–Basta de estupideces. No vine a perder el tiempo –dijo Marangoni.
– Yo tampoco –dije. – Me tengo que levantar tempranito porque el pibe que me reparte los diarios está con varicela.
Marangoni dejó caer los párpados como si fueran de plomo.
-Tengo información para Detective Kàral. Uy, Legui. ¿Me daría un sorbito? Hace años que no tomo y casi no me acuerdo del gusto.
Marangoni liquidó mi copa de un trago y continuó.
–Uf, cuánta nostalgia. Cuando era chiquito mi abuelo me daba una copita de Legui antes de irme a la cama. Después me levantaba sin hacer ruido y me tomaba unos tragos más. Una mañana me encontraron dormido adentro del lavarropas. Se enojaron porque había vomitado y el aparato era nuevo. Uno de los primeros modelos de tambor horizontal con centrifugadora.
– ¿Nos va a dar alguna información o nos va a contar las historias que lo llevaron a convertirse en el sodomita pervertido de mal gusto que es hoy en día?– atacó Eber antes de pedirse otro whisky. Marangoni improvisó un gesto de indignación.
–El tema Adinolfi está muy caliente señores. Papete y Belén...
No terminó la frase. El chinito que vendía películas apareció como un rayo y dio vuelta nuestra mesa de una patada.
–No apoyamos la piratería, pero tampoco es para ponerse así buen hombre –dije con ánimos de pacificar al pobre comerciante que chapoteaba en la ilegalidad.
–Parecía tan simpático el muy hijo de puta –tartamudeó Marangoni mientras se llevaba las manos a la garganta. El chino había dejado al narco seco de un solo golpe. Al girarnos, el ninja había desaparecido, aunque no sin antes venderles un DVD a los profesores de Derecho. Un Alfa Romeo negro salió arando por Figueroa Alcorta. Muy de cerca lo seguía un 505 marrón nutria.
Mientras tanto Marangoni se dedicaba a agonizar con ganas. No había nada que hacer. Pidió otro Legui antes de rendirle cuentas al Creador. Eber registró sus bolsillos. En la billetera tenía una tarjeta con la palabra "Hemorroides". Al dorso había una dirección. La policía llegó hora y media más tarde. A Eber lo mandé a casa por miedo a que lo detuvieran por ebriedad. Me tomaron declaración y me dejaron ir. En el camino me comí dos docenas de Media Hora. La guadaña había pasado cerca, pero ese 505 marrón nutria era nuestro chaleco antibalas. Detective Kàral estaba de vuelta en Buenos Aires.

Justo

El caso Adinolfi (VI)


INFORME JUSTO (I)

En el que Justo y Eber toman las riendas del Caso Adinolfi y juegan al tute en un Regatta 2000. Mientras tanto Belén Fetén se alcoholiza y una misteriosa nota aparece en el bolsillo de Justo. De la prima de Semiólogo, la de Guernica, no se dice ni pío. Se rumorea que está cuidando a una sobrina de Paraná.

Después de meses y meses sin noticias de Detective Kàral, con el amigo Eber decidimos hacernos cargo del caso Adinolfi. Si bien el paradero de César Adinolfi nos es tan desconocido como el sexo gratis, el jueves Eber me llamó pasado de vueltas: “Reapareció Fetén. Véngase para acá”. Con mi Regatta 2000 pusimos rumbo al rulero Baleirón. A las veintiuna horas con Eber nos encontrábamos entretenidos en la persecución de un Alfa Romeo negro full full. En su interior viajaba la reaparecida Belén Fetén. Si bien mi Regatta ya no está para mucha pirueta y últimamente anda un poco rezongón, no me costó mucho seguirle el trote al importado. El destino final fue “Punto Xusqueiro”, una boite bastante pituca ubicada en Debuén y Las Heras. Fetén, enfundada en vestido negro de corte oriental de Lanvin y un broche de Ellagem, saludó al cuadrumano de la puerta y entró. Mientras esperábamos en el coche a que la piba saliera, nos jugamos un partidito de tute, regado con un Baby Bonarda de litro y medio. Debido al carácter dormilón del tintorro, Eber se autorizó a dormir una siesta. Alrededor de las dos salió Fetén caminando como Mazinger Z. A una que yo sé le gusta morder el vidrio, comentó Eber entre bostezos. Fetén se metió en el Alfa Romeo, pero cuando logré arrancar, la nena ya me había sacado seis cuadras.
Volvimos a “Punto Xusqueiro”. Necesitábamos urgente algún dato. Al llegar a la discoteca, el muchachote de la puerta nos miró de arriba abajo. Lo cierto es que íbamos un poco crotos para el caché del lugar. El señor es el padrino del Bambino Veira, le dijo por lo bajo Eber al cancerbero. El ropero –un homínido con varias peleas ganadas por la vía contundente– nos abrió la puerta con mucha delicadeza. Entramos al boliche, que era ni más ni menos lo que habíamos imaginado: un nido de garcas. Chorros elegantes, atorrantas y vendedores de miliki. Hasta el último perejil le entraba a la papa en ese bailongo. Para pasar desapercibido le compré dos pelpas a un rubio parecido a Marangoni. Acá con un poco de filo hacemos disparates don Justo, me dijo Eber entusiasmado. Nos separamos para rastrillar mejor el lugar. Me tomé una copita de Legui e intenté hacer migas con el barman. No hubo caso. Después de seis o siete Leguis, supe que todo estaba perdido aquella noche.
Serían las seis de la mañana cuando Eber me pidió unos mangos para llevarse un gato a la cucha. Volví a casa solari y deprimido. En el camino, metí la mano en el bolsillo para sacar un Media Hora, pero en lugar de los caramelos encontré una nota: “Dígale a Detective Kàral que lo espero el martes a las once de la noche en la sección no fumadores de Rond Point”. Un tipo hábil, pensé, el turro me afanó todos los Media Hora. Ya en casa y con el pijama puesto, reflexioné en profundidad sobre el paradero de Adinolfi, la desaparición de Detective Kàral y el resultado de la sexta de La Plata. No saqué ninguna conclusión. Tampoco abrí el kiosco de diarios aquella mañana.
Justo.