Sumando firmas
Amigos
Si bien me encuentro lejos de casa (sobre todo porque no sé dónde está), un sentimiento como de trasatlántico me navega. Se me amotina la sangre. La voluntad de reflotar aquel pasquín noventero en formato virtual me desespera. Pero como bien saben, la desesperación es mi religión. Me gusta la idea. Siempre habrá ocasión -pensaba esta tarde mientras me sometía a una limpieza de estómago- de hundirlo de nuevo (y definitivamente). Otro escándalo de la democracia, supongo. Y quiero decir que ningún alboroto es demasiado escandaloso. Y no, no hay mucho que perder. Cada vez nos queda menos. Si no, que se lo cuenten al “Caníbal de Rotemburgo”: cadena perpetua. Además se dice que con esto de los blogs a veces cae alguna mina. Sería sorprendente. Y justamente ahora mismo, que rechacé un ofrecimiento para hacerme cargo de la cartera de Justicia de un país de África central, tengo algo de tiempo libre.
En resumen, si Semiólogo se prende, me prendo. Y si no, fundamos un club de fans de Hemingway. De Mariel, obviamente.
Los despido con una de Lenin: “No puedo escuchar música con mucha frecuencia -reconoció una vez después de escuchar la Sonata apasionada de Beethoven-. Me provoca deseos de decir cosas agradables y estúpidas, y de acariciarle la cabeza a la gente. Pero ahora hay que apalearles la cabeza, apalearles sin piedad.” Lo dicho, ya llega el calorcito.
Abrazos calurosos
L.W.
PD: Si no me equivoco, la masa cerebral de Rodrigo Fresán está tomando la forma de una pata de pollo a la calabresa. La contratapa de Página 12 hoy respalda mi tesis. Una vergüenza, me gustaría decir si supiera lo que es.
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